
Es difícil explicar/explicarse la obra. Uno pasa por fases, momentos en la vida que se van traduciendo consciente o inconscientemente en obras como hojas de un diario abierto y exhibicionista.
Pero si intento explicar el hilo que une mi obra podría decir que trabajo pintando la luz y el silencio.
Desde los primeros desnudos masculinos hasta mis últimos trabajos, en los que observo y reinterpreto escenas del metro, creo que mi tema ha sido siempre el silencio. La infranqueable distancia final entre un ser humano y otro, la soledad en la que nuestro ser mas íntimo habita. Lo perdidos que nos sentimos cuando cerramos la puerta, lo frágiles que somos.
En mis retratos el reto era traspasar esa distancia, conocer, llegar mas allá de la superficie exterior. Un ejercicio esquivo, frustrante, y enriquecedor..pero agotador, al que vuelvo sin remedio, porque en el fondo nada despierta mi curiosidad como el ser humano.
En ellos el color expresionista se aleja de la realidad, huye de ella y busca el choque, la confrontación de los opuestos en su forma mas pura y violenta. Los verdes y rojos cohabitan en espacios imposibles. No son fáciles a veces, pero siempre intentan ser verdad.
El silencio que marcó una parte de mi vida se tradujo en desnudos masculinos, solitarios, fuertes pero encerrados en su intima fragilidad. Siempre buscando la luz descubrí que existía otro silencio, maravilloso, elegido y mío.. y comencé a pintar el mar. Todo aquello que quedó grabado en el recuerdo, con el mar siempre presente, son mis «paisajes íntimos”.
Decía Benedetti «el mar no se avergüenza de sus náufragos, carece totalmente de conciencia y sin embargo atrae, tienta, llama, lame los territorios del suicida y cuenta historias de final oscuro».
Final oscuro.. o escapatoria, según se mire. Para mí fue una salida, una vuelta a la libertad.
Hoy también pinto bosques. ¿Por qué? Porque he descubierto un mundo que existe al margen de las prisas y del ruido. Lleno de vida, en el que sumergirse y reconocerse.
Los grandes árboles me invitan a perderme en el tiempo detenido, en sus verdes increíbles, su penumbra violeta, en sus naranjas rojizos. El color es vida, es energía pura, los bosques también.
Creo que mis paisajes son parte del gran silencio luminoso que todos llevamos dentro. Cada uno de nosotros utiliza un método propio para conocerlo.
El mío es pintar.
Karen Kruse